Enrique M. Butti
L'intervista
Géneros Después, si me gusta leer y escribir novelas es por el sortilegio de entrar a vivir en mundos distintos y paralelos, uno de los cuales dura mientras dura esa escricura o esa lectura, o mientras duran sus resonancias, a veces tan agudas y permeables e indelebles como el mundo cotidiano que permanece en los sueños, o como los sueños que permanecen en la vida cotidiana. Y en el cuento sucede otra historia, el difícil intento por hacer confluir y concentrar esos dos mundos, o cuantos fueran. Desde la experiencia de la escritura, lo siento como el más gentil, el más misterioso y satisfactorio de los géneros que he trabajado, quizás porque participa de los arrebatos tan distintos de la novela y de la poesía, y porque su vida es más rápidamente independiente e integral. El punto principal Como propuesta de progreso se decidió despreciar y anunciar la muerte del lector inocente, no del estúpido, sino del que no se remitiera a una lectura exclusivamente estética, como si desde los inicios de la literatura no se supiera que todo temblor de ella se origina fatalmente a través de la expresión. Conozco pocos escritores como la gente, pero nunca conocí un buen lector que por más jodido que fuese no valiera compartir toda la vida a su lado. La historia del lector básicamente tiene que ver con la soledad. Me figuro que hay dos tipos de lectores: el que llega a los libros por los caminos de la soledad, y el que llega a la soledad por la frecuentación de los libros. La soledad de uno es sólo aparente: abandona antiguas o futuras compañías por otros, mejores amigos. La soledad del segundo es irreversible: no encuentra a nadie en los libros; él es autor de todo lo que lee. Destronando las órdenes No, ni indios ni esclavos. Pero de vez en cuando uno pública, y por algo será, por alguien. Seducción y no cadenas, entonces; si hay que llevarlo al lector, página a página, que sea con la sopapa de un beso, que dure del inicio al fin, sin aliento. Pero antes, claro, habrá que buscar un lugar de encuentro. Desbrozar, abrirse paso en la página en blanco, que bien vista es negra, como te decía, destronando las órdenes que exigen, amenazan, prometen, chantajean, de los puercos Judas besando el cuentero Homero, a la pequeña Sherezade, al pequeño Rimbaud, de los cerdos acordando voz de mando a fuerza de Expulsiones, estacas en el corazón, golpes en los nudillos para que aprendan, para que aprendamos, los aprendices de escritor, a emular sus malditas devastaciones e impotencias premiadas y reverenciadas, prometiéndonos futuras entronizaciones y vasallos genuflexos, gallinas, indios, esclavos. No tuve maestros literarios. No quise tenerlos. Desconfié enseguida de sus maíces, de sus cuentas de colores, y aprendí que los artistas supremos se los encuentra en otro lado. Los específicamente literarios, en las bibliotecas; los vivientes, en las calles del mundo, si es que uno tiene ganas y sabe vagabundear. intervista di Enrique Butti a Javier Adúriz, |
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