Cuaderno de traducciones
"El soplo y el viento" n. 26; Ed. de la Nada,
dic. 1997
pp. 26

 

Edgar Lee Masters:

La Sra. Kessler

El Sr. Kessler, ustedes saben, había estado en el ejército;
tenía una pensión mensual de seis dólares
y se la pasaba en la esquina hablando de politica
o sentado en casa leyendo las Memorias de Grant.
Mientras tanto yo mantenía a la familia lavando ropa,
conociendo los secretos de todo el mundo
a través de sus cortinas y colchas y camisas y calzones.
Porque las cosas nuevas tarde o temprano se desgastan
y son reemplazadas por otras mejores, o no:
la gente se enriquece o se va al tacho.
Y los agujeros y los remiendos se agrandan con el tiempo
sin que la aguja pueda seguirle el paso al deterioro,
y hay manchas que se resisten al jabón,
colores que destiñen a pesar de todos los esfuerzos,
aunque al final sea siempre una la culpable
de haber arriunado un vestido.
Secretos de pañuelos, de manteles,
la lavandera, Vida, los conoce a todos.
Y yo, que estuve en todos los velorios
de Spoon River, juro que nunca
vi el rostro de un muerto sin que me asaltara la idea
de estar mirando algo recién lavado y planchado.

 

Giacomo Leopardi:

Canto nocturno de un pastor errante de Asia

¿Qué haces, luna, en el cielo? Dime, qué haces
silenciosa luna?
Naces al anochecer, y vas
Contemplando los desiertos; después te escondes.
¿Todavía no estás fatigada
de recorrer tus sempiternas rutas?
¿todavía no sientes hastío, todavía te complace
mirar estos valles?
Se asemeja a tu vida
la vida del pastor.
Se levanta al alba
y conduce su rebaño por el campo;
ve animales, fuentes y prados,
y al caer la noche, extenuado, reposa,
y no aspira otra cosa.
Dime, oh luna, ¿qué espera
el pastor de su vida,
qué esperas tú de la tuya? Dime: ¿adónde
se dirige este breve vagar mío
y adónde tu inmortal carrera?

Viejito canoso, enfermo,
andrajoso, descalzo,
con pesada carga en los hombros,
por montañas y valles
entre rocas, arenales, matorrales,
al viento, en la tempestad, en la hora
ardiente y cuando hiela
escapa, corre, sin aliento,
cruza torrentes y charcos,
cae, se alza, y más y más se obstina,
sin tregua y sin consuelo,
herido, ensangrentado; hasta que llega
allá adonde tanto esfuerzo conducía:
al inmenso, horrible abismo
en el que precipitándose todo olvida.
Así, luna virgen
es la vida mortal.

 

© 1997 Ediciones de la Nada


   
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