Los trabajos nocturnos,
Centro Editor de America Latina,
1971
pp. 111

 

Dalla prima pagina

ACUARIO

   Entrarás de golpe, Sebastián, y fruncirás las cejas en un signo de malhumor. El aire de la habitación te parecerá irrespirable. Las ventanas, cerradas durante la noche, conservarán los olores entremezclados del sueño, de las algas y de los pescados. Enseguida mirarás hacia la cama. saltar por la ventana.
   Rígida, cautelosamente, como si hubieras tenido miedo al hacer cualquier movimiento de impregnarte con aquellos olores, te volverás y mirarás. Entonces, Sebastián, verás dos cosas: que Julio ha roto el acuario y que no contesta, como cuando tenía cinco años y había volcado un tintero y vos le gritabas lo torpe que era.
   A veces, es cierto, yo misma llegué a pensar que nuestro hijo estaba verdaderamente loco.
   El día en que golpeaste la mesa con el puño aullando, basta de vagabundear haciéndote el artista y Julio se puso blanco, como si se le hubiera ido la sangre de la cara, y te juró que de allí en adelante trabajaría en el negocio, ese día, Sebastián, él subió a mi cuarto de costura, me miró largamente y con una voz desconocida, aguda, casi femenina, dijo: quisiera tener un acuario y en ese acuario criar un narval y mirarlo, mirarlo todo el día.

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