Fuego a discreción,
Folios Ediciones,
1983
pp. 187

 


Quarta di copertina

En un clima de tierra devastada se mueve el personaje de "Fuego a discreción". La ciudad de otros tiempos languidece bajo un nuevo verano, asentado ahora sobre ella como un gran pájaro quieto empollando muerte e indiferencia. Las cicatrices del derrumbe general están en cada cosa y fundamentalmente en los hombres que buscan en el abandono, en la falsa dulzura de las noches, en el alcohol, recuperar la paz de otras horas, algún bálsamo para el pensamiento, treguas para los ojos cansados de atrocidades. Pero es también ahí, a través de esebloque de crueldad y dureza, en el corazón del desastre, rodeado por derrotas y humillaciones, donde finalmente el protagonista se descubre todavía entero, firme en su sitio, su fuerza contra la derrota, su obcecación contra la locura general. Y es ahí donde comprende que "la sangre, la palabra, todo cuanto se opusiera a la muerte, aún a través de la muerte misma, suscitaría siempre un cambio", una nueva posibilidad. Al cabo de ese vagabundeo por Buenos Aires, lo que finalmente se impone, sin euforias, sin mayores esperanzas, pero sí con subterránea y obstinada convicción, es una elección per la vida, el resurgimiento de una voluntad que está más allá de todo análisis y donde todavía será posible rescatar los vestigios del orgullo y la dignidad.

 


La prima pagina

    Aquél fue un verano como pocos. Me había separado de otra mujer, me había quedado sin lugar donde vivir y sin trabajo. Daba vueltas por las calles, soportaba el calor y la falta de objetivos, comía salteado, me encontraba con conocidos de otras épocas, me alentaba diciéndome que no todos tienen la suerte de poder recomenzar desde cero.
    Lo cierto es que la ciudad parecía derretirse a mi alrededor. Las cosas se desteñían en esa languidez, perdían sentido. Seguramente tampoco habían tenido demasiado sentido antes, pero era probable que ahora, de haberlo deseado, hubiese encontrado mayores argumentos para compadecerme a mí mismo. Todavía andaban por ahí unos cuantos tipos dispuestos a pagarme un vaso de vino y compartir la mesa. Nos unían experiencias de otros años; tiempos de entusiasmo e inocencias, de dolores exagerados.

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