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Ni perros ni gatos, |
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"Como en algunas narraciones de Hemingway, Dal Masetto demuestra tener un excelente oído y una gran intuición para ir buscando, en el caos de las palabras, la estructura de una secuencia dramática." (Miguel Briante) |
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Dalla quarta di copertina La realidad está ahí y a menudo aparece como un decorado inamovible. Salvo cuando es transformada por la imaginación, ese universo frecuentado por los niños y los poetas. Los protagonistas de Ni perros ni gatos transitan las calles de la ciudad, los bares, los sitios comunes a todos. El lector se sentirá identificado y verá reflejados en ellos a personajes que conoce. Pero el ojo que los registra en estas páginas va un poco más allá de la superficie, sospecha permanentemente, sabe de otras posibilidades detrás de la inmediatas y evidentes. Una fauna curiosa, viva, palpitante, sobre cuyas historias se desliza una mirada irónica, afectiva y a veces también espantada. El humor, la poesía, el horror, se dan la mano para rescatar un mundo inquietante e inédito. Así como son inéditos en la literatura argentina esta serie de textos que sería imposible encasillar en algún género determinado. |
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Dal racconto "Drama" Madrugada, parrilla La Tertulia. Sólo quedan el hombre y un flaco rubio que toma vino blanco. Han estado hablando de mesa a mesa, desganadamente, sobre los temas de siempre: política, violencia, costo de la vida. En algún momento, el flaco comenta: "Tengo un problema." El hombre sabe que ésta es la hora de las confesiones y se limita a esperar. El otro toma un trago, prende un cigarrillo y arranca: "Yo vivo con mi vieja. La cosa empezó hace unos días. Había estado jugando al pool y chupando ginebra con unos amigos. Volví tarde. La verdad es que estaba bastante mamado. Me tiré a dormir y me desperté que todavía era de noche, con una sed infiernal. Tenía la boca como papel de lija. Fui a la cocina y en la heladera no había nada para tomar. Ni soda, ni vino: nada. Abrí una canilla, abrí otra, probé en todas y no había agua. Me empecé a volver loco. Busqué en los baldes, en las cacerolas, en los armarios: nada. El único líquido que había en la casa era el del vaso en que mi vieja deja la dentadura postiza todas las noches antes de irse a dormir." |
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