El ramito y otros cuentos,
Buenos Aires, Ed. Proa, 2002

 

Da El ramito

   El jacarandá pierde flores, todo el césped está lleno de campanitas celestes, algunas aplastadas y palitos largos que él también tira. El río no se puede ver bien, enseguida aparece la copa del cedro de la barranca, y entre las ramas de un árbol y otro, se encargan de tapar el agua. En el espacio de césped que está frente al jacarandá se ve todo el río y sus lanchas, botes, barcos que pasan en silencio, o haciendo mucho ruido, como las lanchas. A la tarde el río se queda quieto y suben las voces de los chicos que se bañan allí y dicen "mirá la isla". La miro y veo el verde amontonado en grandes pompones hasta que lo corta el celeste del cielo. Mamá hizo un pullover así, celeste y verde oscuro. Aquí vive un rosal, una palmera chica y la proa del barco con ventanas, hay violetas, muchos pensamientos y unas flores rosadas y blancas que se llaman coquetas. Entre el espacio verde y el del jacarandá uno cruza una calle de piedras blancas, rugosas, con bordes azules lisos como un mapa; le siguen los escalones que bajan a la barranca y ya aparecen los cipreses que cuidan y miran todo, esos intratables, con quienes no se puede hablar como con la hiedra o el palo borracho, al que le arranco las espinas para que el tronco le quede limpio.

© 1994 -Ediciones Proa


   
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