Noemí Ulla

Materiali

 

 


ENCUESTA

de Historia de la literatura argentina, Capítulo 140, Encuesta a la Literatura argentina contemporánea. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1982.

l. ¿Cómo comenzó a escribir? ¿Cómo se publicó su primer libro? ¿Cómo recuerda usted hoy ese período?

Escribir era para mí dibujar caracteres que desconocía. Algo así como fue más tarde escribir o dibujar signos que conocí como la escritura. A los ocho años escribía una novela cuyo desarrollo también desconocía; alguien me habló de esquemas, de planes que debía trazarme, eso me pareció imposible, lo sentí como un despropósito. No conciliaba la invención y su placer con el cumplimiento de un programa previo. Ese desacomodo todavía lo padezco. Cuando empiezo a sospechar que me preocupo por saber qué hará alguien que se me aparece en un cuento, dejo de escribir. Cuando escribo crítica me ocurre algo parecido: mis proyectos, con la escritura, se van desarmando y surgen otros atajos. Sin embargo es indispensable el entretejido primario de ideas que luego, sobre el papel, se irán articulando de otra manera. Empecé escribiendo poemas, varios de los cuales se publicaron en una revista literaria que sacábamos los estudiantes universitarios rosarinos con el nombre de Pausa. Mi primera novela se publicó enseguida porque salió ganadora en 1965 en un concurso organizado por la Dirección de Cultura de la provincia de Santa Fe. Recuerdo ese período con mucho agrado: estaba rodeada de poetas y de críticos que cuestionaban en forma constante la escritura. A veces teníamos una autocrítica escasamente fértil, estábamos constituidos por la duda, la exigencia y el rigor de la especulación.

2. ¿Cuál fue el clima intelectual de su casa y su infancia? ¿Se apoyó, o se desalentó su inclinación literaria? Escuela, educación formal e informal en la adolescencia, los grupos y las amistades literarias; autores decisivos en su formación literaria ¿Recuerda algo que pudiera denominarse “episodio de iniciación literaria” ?

En casa de mis padres hubo dos actitudes ante la lengua que me parecen hoy singulares. Mi madre practicaba una suerte de retórica muy original, llamando a muchas cosas domésticas o familiares con el nombre de otras. Se entendía que esas metáforas quedarían fijas en un objeto o persona, aunque a veces circulaban de manera errática hasta encontrar su lugar real. Nadie necesitó nunca explicar por qué se llamaba a algo con el nombre de otra cosa: inmediatamente se presentía allí la evocación. Este juego verbal tenía, las más de las veces, un sentido humorístico y nos divertíamos con esas metáforas viajeras. Otras veces, las connotaciones inconscientes deambulaban en el medio familiar con total espontaneidad. Mi hermana mayor, Lilia Mary Magda, recibió el apodo de Eyita (diminutivo rioplatense de “ella”) desde su nacimiento, y nadie en casa –creo– reflexionó nunca sobre semejante carga psicoanalítica y lingüística. La otra actitud se emparentaba con lo dialectal: mi madre descendía de suizos alemanes; mi padre, de italianos del Piemonte. Siempre la palabra o la frase extranjera fue alusión humorística hacia algo o alguien que debía ser secreto y marginal. Mis padres, hijos de inmigrantes, habían emigrado ellos mismos de una ciudad a otra. Además, en casa todos habían escrito o escribían poesía. La lectura de cuentos y de poesías me acompañó desde la infancia, mis hermanas –alumnas de la “escuela serena” de Olga y Leticia Cossettini– me leían permanentemente cuando aún yo no sabía hacerlo y en especial una de mis hermanas, Beba (Blanca Angélica), me habitó la niñez de hadas y de maravillas. Mis estudios fueron muy regulares, desde el preescolar hasta recibirme de maestra fui a la misma escuela, en Rosario. Durante muchos años estudié música con intensidad. Luego hice la carrera universitaria en Letras y pertenecí a un grupo de poetas a quienes debo mi formación literaria: Rafael Oscar Ielpi, AIdo F. Oliva, Jorge Conti, Juan José Saer, Hugo Gola, Aldo Beccari, Carlos Saltzmann, Rubén Sevlever. El descubrimiento de Borges fue decisivo para todos nosotros, también leíamos mucho a los poetas surrealistas franceses, a César Vallejo, a Sartre. Cualquiera de nosotros podía decir de memoria “Poema conjetural”, “El Golem”, “ El general Quiroga va en coche al muere”. Hicimos una revista literaria que solo alcanzó dos números: El arremangado brazo se llamaba, aludiendo a un personaje del Quijote. ¿Autores decisivos en mi formación literaria?, no podría nombrar a nadie en especial, todas las lecturas contribuyeron a mi formación, de una u otra manera. El hecho mismo de haber cursado Letras me obligó a leer a los autores más dispares, que una educación autodidacta habría privilegiado en favor de algunos.

3. ¿Cómo trabaja? ¿Hace planes, esquemas? ¿Lee a otros autores en los períodos en que está trabajando en una obra propia? ¿Cuándo y cómo corrige? ¿Lee alguien sus textos antes de que ingresen en el proceso de publicación? ¿Escribe de manera regular o por épocas?

Como señalé anteriormente no me llevo muy bien con los planes y esquemas. Lo más difícil del ensayo que escribí sobre las letras de tango (Tango, rebelión y nostalgia) fue ceñirme al plan de investigación que me había trazado. Mientras escribo su el o leer a otros autores, especialmente poetas y teóricos. Escribo sin releer lo recientemente escrito, no me es posible corregir de inmediato: me aterra enfrentarme con un mundo que me resulta por demás extraño. En general necesito un buen período de olvido para iniciar la corrección. Últimamente corrijo más, sin embargo la novela Urdimbre, escrita entre 1974 y 1975, casi no fue corregida. Claro que muchos leen mis textos, o los escuchan, porque soy buena lectora oral de mis textos escritos y más que nada, aprecio el oído de un músico. Entre los lectores u oyentes de los que recibí un estímulo importante, recuerdo a dos escritores: David Viñas y Germán L. García. Escribo cuando lo deseo o cuando puedo, a veces de manera regular, otras su el o pasar largos períodos en silencio y son épocas en que no me ll evo bien conmigo.

4. Se dice que todo escritor tiene sus temas, constantes que definen su obra, ¿cómo definiría usted los suyos?

No sé si puedo hablar de temas constantes en mí. Quizá pueda decir que una emoción en apariencia distraída, una frase oída al pasar, una noticia leída o escuchada, es lo que me proporciona imágenes que necesito proyectar en la escritura. Hasta el momento no puedo discernir si hay una coherencia en supuestos temas, creo que la búsqueda de la invención inicial es caprichosa y anárquica en mi caso.

5. ¿Cuál sería, a su juicio, el lector ideal de su obra?

¿Por qué no un lector de otro idioma, alguien que fuera un pasajero de la lengua castellana?

6. ¿Con qué interés lee lo que la crítica dice sobre sus obras? ¿Cuáles son las modalidades críticas a las que usted escucha con mayor interés? ¿Cuáles son los medios que las difunden? ¿Qué relación se establece (si es que se establece alguna) entre consagración crítica, éxito de público y calidad literaria?

Leo con mucho interés la crítica y también la escucho. Siempre consigo descubrir desarrollos de mi escritura desconocidos por mí, o inadvertidos. Me sorprende que la lectura de los otros modifique tan acertadamente los textos que yo creí haber escrito. Cuando hago crítica encuentro en los otros aspectos míos objetivados. Leo revistas literarias con cierto desorden, por la falta de tiempo que siempre acosa, pero suelo ver Escandalar, Vuelta , Punto de Vista, El Ornitorrinco, y los flamantes y únicos ejemplares de Sitio y de Lecturas Críticas, de un año ya. Entre consagración crítica, éxito de público y calidad literaria se establecen relaciones casi siempre arbitrarias.

7. ¿En relación con qué autores argentinos o extranjeros piensa usted su propia obra?

Pienso en autores cuyo sistema de pensamiento, de asociaciones, me es semejante, pero me interesan en especial las diferencias.

8. ¿Cuáles son las cualidades más importantes en un escritor? ¿Cuáles son los escritores argentinos o extranjeros que, en su opinión, responden a este modelo?

Una de las cualidades más importantes en un escritor es que tengo capacidad de abordar lo imaginario de manera que el lector asista a ese mundo de signos que él le propone, tan naturalmente que pueda percibir lo dicho y lo no dicho mucho más allá del texto, en los intersticios en que la lectura promueve el pensamiento, el goce y la sabiduría. Encuentro esas cualidades en Borges, en Flaubert, en Silvina Ocampo, en Cervantes, en Maupassant, en Italo Calvino, en Bioy Casares, en Musil, en Nabokov, en Juan José Saer, desde luego en Felisberto Hernández, y digo en tantos otros más, como una obligada e injusta clausura de enumeraciones de este tipo.

9. ¿Vive usted de la literatura? ¿Qué otras actividades realiza o ha realizado?

Vivo de la literatura como conde­ nada a ella: a escribirla, a criticarla, a enseñarla. Todas las otras actividades que realizo quieren ser sus fieles vecinas: las entrevistas literarias, la docencia, el periodismo, la crítica, el ensayo, la investigación, el estudio, la organización de todo pensamiento circula para mí por una vía donde la escritura tiene definitivamente el primer lugar.

 

“La seducción del lenguaje”
Córdoba, La voz del interior, 12 de septiembre de 1996.
Entrevista de Pampa O. De Meriles

Oriunda de Santa Fe, Noemí Ulla trabaja la literatura en cuatro frentes: la ficción, el ensayo, la investigación y la docencia académica. En la conversación que la escritora mantuvo con este medio, el deseo, el sueño y la ironía articulan, como temas de reflexión, su propio “canon” de escritura.

¿Siente el peso de su condición femenina al escribir ficciones?

Cuando escribo no pienso en si soy mujer o si soy hombre, no me parece lo más importante hasta que alguien encarne en mí y me reclame como tal; es la sonoridad y el peso de una frase, de una palabra, de un nombre lo que más me atrae. Cuando las palabras vienen, ellas buscan acomodarse al sexo que les conviene. Sin embargo, cuando hago crítica, cuando investigo y ejerzo la docencia, me ocupo mucho de que en mis programas de seminario, por ejemplo, figuren escritoras. Las escritoras rioplatenses contemporáneas son mi tema de estudio desde hace unos años y trato de difundirlas siempre que viajo a Francia, invitada por alguna de sus universidades. En Toulouse, en Caen en o en Clermont - Ferrand, tanto Silvina Ocampo como Armonía Somers o Cristina Peri Rossi han sido leídas por mis alumnos.

No quisiera ser insistente pero... es notable la riqueza psicológica de sus personajes femeninos. Además, son particularmente atractivas sus mujeres, tienen una dimensión imaginativa y onírica que extrañamente no las aparta de la realidad y de sus obligaciones.

Sin duda que las mujeres pareceríamos estar más próximas a hacer del sueño y del ensueño, una actividad que se mezcla con la realidad y el deseo. La educación que se nos da en las aulas y la educación familiar, la cultura que recibimos, nos vinculan con una tradición donde el sueño nos está más permitido que a los hombres. Algunos escritores ostentosos de prejuicios machistas han llamado a esto bovarismo. No pretendo describir a todas las mujeres en mis personajes femeninos, seria socióloga y no escritora, pero creo que estos personajes se sienten cómodos con los sueños.

Con los sueños y con su mundo hecho casi exclusivamente de palabras. Leyendo su obra, parecería que no hay pliegue de la realidad que no pueda ser verbalizado.

El lenguaje y con él la escritura, son los materiales con que cuento para hacer arte o, más modestamente, formas de lo artístico. Por la creación literaria, que reinó en mi imaginación desde niña, abandoné más tarde la música.

Nos referíamos también a la variedad de voces sociales que circulan por sus cuentos y novelas...

La mayoría de las veces son los lectores los que verdaderamente descubren las voces sociales que intervienen en la trama de la narrativa o de la poesía. Me pregunto cómo puede un escritor que no quiere hacer didáctica, saber de todas las voces y la carga especial de cada una de ellas, al introducirlas en un cuento, en una novela.

La historia de nuestra generación –suya y mía– siempre aparece mezclada en la “urdimbre” de sus personajes ficticios, a veces en primer plano, otras veces asordinada, ¿cómo ve esa dimensión de su obra?

Mi primera novel a fue Los que esperan el alba primer premio de la Dirección de Cultura de Santa Fe; Augusto Roa Bastos, Bernardo Verbitzky y Carlos Carlino componían el jurado. Desde entonces hasta hoy mi narrativa fue cambiando de una manera no muy fácil de definir para mí. La historia política del país ha suscitado cosas en nosotros, como el sobresalto, el temor, la rabia, la angustia, para no hablar de los que desaparecieron dejando miles de conciencias impotentes. Desde aquella novela a Urdimbre o a El cerco del deseo no sólo mi discurso ha ido cambiando, sino también la historia que recorre su interioridad. Que estoy atenta a una conciencia crítica de las cosas, es muy cierto. Así lo han advertido muchos comentarios sobre Ciudades o de El cerco del deseo.

Si observa el panorama de la narrativa actual desde sus preferencias ¿qué nombres considera relevantes?

Borges dijo muy bien que en toda lista de nombres lo más evidente son las omisiones. Creo que la narrativa de nuestro país se compone de innumerables nombres injustamente olvidados, poco conocidos, gracias a la falta de intercambio, a la falta de comunicación y mucho más que eso, al descuido de algunos medios culturales que prefieren promocionar a aquellos autores que precisamente no necesitan ya mayor difusión. No obstante, advierto que en los últimos veinte años, provincias como Córdoba o Santa Fe se han visto favorecidas por el desarrollo de una literatura donde las escritoras ocupan el lugar que antes no tenían. En Falada die Kuh, una novela reciente de la narradora cordobesa Marily Martínez de Richter, se descubre el humor y la inteligencia de una escritura señaladamente crítica.

Hablando de humor e inteligencia, una vez usted dijo que “la ironía era la sonrisa de la razón”. Tal parece ser un componente muy sutil en su narrativa y muy el aborado.

No recuerdo esa definición que cita, pero seguramente la ironía está presente en mi narrativa porque está en mi forma de ver el mundo, de reírme y compartir la risa. La ironía implica tolerancia. Es, por otra parte, un recurso que escritores como Voltaire, Borges, Silvina Ocampo, Nabokov, han utilizado de manera admirable.

El otro costado de la literatura es para usted su extensa carrera de investigadora universitaria. Puesto que está trabajando en un lugar central ¿con qué perspectivas ve el futuro para este campo?

Lamentablemente no puedo dar una respuesta optimista, tengo que hablar de reducciones de becas y de cargos en la investigación que hace que la política cultural no impulse hacia la producción ni hacia el estímulo del pensamiento reflexivo. Creo que la investigación no pasa por su mejor momento en esta etapa de nuestra historia universitaria.


“De l' Argentine à la Maison des Écrivain”
Ecrivain et universitaire, résidant á Buenos Aires, Noemí Ulla est Nazairienne pendant un peu plus d'un mois.
Saint-Nazaire, Francia, Presse-Océan, 9 de diciembre de 1998.
Écrit par Andrea Klose

Noemí Ulla sait déjà ce qui lui manquera quand elle repartira de Saint-Nazaire, fin décembre: les lumières du port. De son appartement au 10e étage du Building, que la MEET (Maison des écrivains étrangers et des traducteurs) met à sa disposition pendant un peu plus d’un mois, chaque soir elle se remplit les yeux de ce “spectacle formidable”. Dans quelques années elle écrira peut–etre une histoire dans laquelle ces lumières brilleront, peut–être, mais en tout cas pas tout de suite. Car les choses s’écrivent avec l’ombre des choses anciennes, enfouies...
Depuis le 22 novembre, Noemí Ulla, écrivain argentin, séjourne donc a la MEET. La liste de ses publications est longue. Professeur de théorie litté­raire à l’université de Morón et cher­cheur sur la littérature du Río de la Plata, elle a beaucoup travaillé sur la littérature de son pays. Et parallèlement elle écrit, deux romans, beau­coup de nouvelles. Un recueil a d’ailleurs été traduit en français, Ciudades, aux éditions Ombres de Toulouse.

L’ombre de Borges
“Dès l’age de 8 ans j’ai inventé des histoires, se souvient Noemí Ulla en souriant. Plus tard j’ai voulu écrire de la poésie mais je me suis vite rendue compte que c’est très exigeant et que l’ombre de Borges était bien trop pré­sent. Mais les critiques ont souvent dit que ma prose est proche de la poésie. Cest peut-être parce que ce qui compte pour moi, c’est avant tout le langage, le rythme, la syntaxe”.
C’est en effet dans des phrases finement ciselées qu’elle raconte les courtes histoires qui constituent son recueil Ciudades (“Villes”). Des histoires de femmes souvent, des his­toires ambiguës, troublantes et pourtant quotidiennes, qui fouillent les relations entre les étres humains et surtout entre les hommes et les fernrnes; des histoires courtes, com­me des éclats, “mélange d’une tradition littéraire et de toutes ces choses ra­pides que l’ont sent évoluer autour de sol”, dit-elle.

Tradition terrible
Si elle enseigne la théorie littéraire, elle n’enseigne pas pour autant l’art d’écrire, les ateliers pour écrivains en herbe qui sont tellement prisés notamment aux Etats-Unis ne lui inspirent rien qui vaille. Peut-on ap­prendre a écrire? Pas sûr: “ j’écris, je me trompe, je déchire, je recommence, c’est tout”, resume-t-elle. Mais il fut un temps, pas si lointain, où les ateliers d’écriture fleurissaient un peu partout en Argentine: “ pendant la dictature, c’étalent les seuls lieux où on pouvait s’exprimer, parler librement ”, se rappelle Noemí Ulla.
Aujourd’hui les écrivains écrivent comme ils veulent, “mais Videla et tous les autres marchent dans la rue sans que personne ne leur demande quoi que ce soit, s’indigne-t-elle. Il y a un manque de justice tatale ”. Noemí Ulla est d’autant plus ravie de voir qu’au moins Pinochet aura peut–être enfin des comptes à rendre... et est révoltée que certains osent le présenter comme un pauvre vieillard à qui on gâche une fin de vie paisible. Justice sera-t-elle enfin faite? Là aussi, pas si sûr: Il y a tel­lement de pressions, et c’est tellement difficile de briser cette tradition terrible des dictatures militaires”.


“La novela nos pone en estado de asombro”
Rosario, El Ciudadano, 11 de julio de 1999.
Entrevista de Patricia Suárez

Noemí Ulla nació en Santa Fe, cursó sus estudios en Rosario, y posteriormente se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado las novelas Los que esperan el alba (1967) Y Urdimbre (1981), y los libros de relatos Ciudades (1983), El ramito (1990) y El cerco del deseo (1994).
Entre sus ensayos se cuentan Tango, rebelión y nostalgia (1967, reeditado en 1982), Identidad rioplatense 1930: la escritura coloquial (Borges, Arlt, Hernández, Onetti) (1990), Invenciones a dos voces: ficción y poesía en Silvina Ocampo (1992) y La insurrección literaria: de lo coloquial en la narrativa rioplatense de los años 1960 y 1970 (1996). Es investigadora del Conicet y dicta la cátedra de Teoría Literaria en la Universidad de Morón.

¿Cómo fueron sus primeras experiencias con la “escritura? ¿Era lectora?

Escribo relatos desde los ocho años. Entonces pensaba que eran novelas, aunque desde luego no lo eran. Cuando mis padres viajaron de Santa Fe para vivir en Rosario yo tenía tres años. Seguramente las mudanzas tuvieron mucho que ver en mi fantasía. Mi madre extrañaba mucho: era del pueblo de Felicia, de Santa Fe; mi padre era rosarino. A mis hermanas y a mí nos gustaba el río, el verde de las plantas, los árboles de Alberdi. Me Crié en las proximidades del río, y cuando nos mudamos al centro seguíamos yendo al barrio de Alberdi los fines de semana. Hasta mucho más de mis veinte años el balneario La Florida fue un paseo frecuente. En mis cuentos suelen aparecer escenas del río.
En la niñez mi hermana Beba me leía cuentos de hadas. Cuando pude hacerlo por mi cuenta todos los días sacaba un libro de la biblioteca de la escuela Normal Nro. 2, hasta que una vez la bibliotecaria me dijo muy seria: “nena, si todos los días te llevás un libro... quiere decir que vos no estudiás nunca”. Me aterroricé, pensé que no me prestarían más libros y desaparecí unos días para que se olvidaran de eso. Después volví a pedirlos. Los cuentos de hadas me fascinaban y también recibí otra censura de uno de mis tíos: “ya es hora de que dejes de leer cuentos de hadas y que pases a otra cosa”.
Estudié Letras porque me gustaba y porque los que queríamos escribir suponíamos que siguiendo la carrera de Letras seríamos escritores. Por supuesto que leer es importantísimo, pero los planes universitarios, la enseñanza de la literatura, no fueron concebidos para formar escritores precisamente.

Si se pudiera hablar de iniciación a modo de rito ¿cómo se inició en la literatura?

Antes de que se publicara mi primera novela, escribía poesía. Había una revista que editábamos los estudiantes de Letras de la Facultad, que se llamaba Pausa. En el primer número, con ilustraciones de Herrero Miran­da, salieron mis primeros poemas. Siempre pensé que sería poeta, pero pronto me di cuenta de que la poesía era mucho más exigente de lo que creía. Entre las cosas buenas que aprendí del grupo de poetas de mi juventud, se encuentra la autocrítica, y la hipercrítica. Después me incliné hacia la narrativa, pero no dejé de escribir poesía.

¿Cómo veía a Rosario en el tiempo en que usted comenzó a hacer literatura?

Entonces pertenecía a un grupo de escritores y poetas que integraban Aldo Oliva, Rafael Ielpi, Jorge Conti, Rubén Sevlever, Eddy Saltzmann, Aldo Beccari, entre otros, y cuando Juani Saer y Hugo Gola bajaban desde Santa Fe, se sumaban a nuestra mesa, en el viejo restaurante Ehret. En Rosa­rio escribí Los que esperan el alba, que obtuvo el Primer Premio de Novela de la Dirección de Cultura de Santa Fe, entidad que dirigía José Pedroni. Entonces fui a saludarlo a su despacho, era un hombre rubio; no sé si era rubio, pero así me pareció al ver que salía como bailando entre los trigales. Me dio mucha alegría conocerlo, mi madre siempre hablaba de Pedroni; como ella era maestra en un pueblo vecino a la ciudad de Esperanza, conocía bien la poesía de José Pedroni. Pero en nuestro grupo leíamos a César Vallejo, a Borges: nos gustaba la poesía de Borges. Y en Buenos Aires, en algunos grupos lo criticaban ardientemente por cuestiones políticas. Conocí a Borges hacia los años 80 y nos hicimos amigos. Desde 1980 a 1985 vi a Borges con frecuencia. Además de la genialidad que brindaba a todos, fue uno de los hombres con los que más me he reído. Tenía una ironía y un buen humor que eran la gracia misma.

¿Cómo fue el paso de Rosario a Buenos Aires?

Fue en Buenos Aires donde empecé a escribir cuentos. No había pensado que el cambio de género –de la novela al cuento– podría estar asociado a un cambio de ciudad, pero puede ser: no fue fácil ese cambio. Llegué a Buenos Aires en 1969 y creí que podría vivir de trabajos con editoriales, así preparé un Diccionario universal de autores, pero no era algo que se remunerara bien ni tampoco puntualmente, y debí incentivar mi trabajo en la docencia. Entre el cuento y la novela, como géneros, en el momento de escribir no encuentro mucha diferencia. Generalmente digo “esto va a ser un cuento”. Pero a veces uno empieza a escribir un cuento y de pronto ve que se va convirtiendo en algo de mayor aliento, como me está sucediendo en este tiempo en que estoy tratando de armar una novela.

En “El ramito” usted trabaja sobre la voz de una niña, un narrador sumamente problemático en literatura ¿por qué lo eligió?

Algunas personas creyeron que es una niña de cuatro años la que habla en “El ramito”, pero es una narradora que intenta recuperar la visión de una niña, con recuerdos de los cuatro, los seis, los ocho años. El mundo que aparece en “El ramito” es el mundo de Alberdi: el río, el gran jardín de la casa donde vivían mis tíos. Las flores eran algo cotidiano para mí, me crié prácticamente en ese lugar. Yo era una nena que jugaba mucho sola en esa casa, donde no había otros niños y donde pasaba los veranos. En el centro, donde vivía, jugaba con Susy Piazza, mi amiga desde de la infancia. Pero en la casa de los jardines jugaba sola, y me encantaba hablar con las plantas y las flores. En alguna parte de “El ramito” la nena dice que no la dejan pensar. Esto ocurría conmigo, porque siempre me decían “¿qué estás haciendo? ¿por qué no jugás?”, y en realidad yo estaba jugando, mirando las cosas.

¿Usted escribió dos libros sobre Silvina Ocampo, Invenciones a dos voces: ficción y poesía en Silvina Ocampo y Encuentros con Silvina Ocampo, ¿como fue su relación con ella?

Bueno, con Silvina nos hicimos amigas después de conversar sobre literatura para un libro de diálogos que hicimos juntas. Un día se terminó el libro, y ninguna de las dos se animó a decir que el libro había concluido; cada una pensó por su lado que eso significaría no volver a vernos. De modo que continuamos viéndonos, y así surgió una amistad muy intensa. El libro salió unos meses después.

Tango, rebelión y nostalgia, es una de las primeras investigaciones sobre el tema, y sigue siendo una de las más ricas ¿Cómo gestó ese libro?

En ese tiempo era estudiante de Letras, alumna de David Viñas, que fue un profesor que estimuló mucho a los estudiantes. Él nos hizo conocer a Sartre. Fue él quien me impulsó a escribir el libro, señalándome el interés que ofrecía el tema. De modo que me puse a trabajar sobre las letras de los tangos cuando gané una beca de investigación en la Universidad. Los que esperan el alba y Tango, rebelión y nostalgia aparecieron juntos en 1967.

Usted ha publicado tres li­bros de cuentos hasta el momento, sin embargo la tendencia de las editoriales es despectiva con el género ¿por qué supone que, según se dice, la novela gusta más?

El cuento exige una lectura muy particular. Las editoriales suelen desdeñar ese tipo de lectura, quizá les parezca que la novela entretiene más. Creo que el lector de cuentos es mucho más crítico que el lector de novelas. En la novela puede haber algunas páginas menores, pero esto no la malogra. La novela pone al lector en un estado de asombro, produce la sensación de que algo va a seguir, como si fuera una continuidad en el tiempo, y hasta permite en algunos casos una atención menor. El cuento tiene otro tiempo narrativo, así lo entendieron Chejov, Onetti, Maupassant.

¿Cuáles son sus estrategias para escribir?

Escribo regularmente. En estos días estoy escribiendo un cuento que aún no sé bien cómo terminar. ¿Cómo empieza un cuento? A veces oigo una frase que alguien dice por la calle, escucho música o veo pinturas que me traen imágenes y aparecen personajes, voces, situaciones. A partir de ahí empiezo a escribir algo que no sé cómo va a seguir. Otras veces el cuento se da como algo bastante armado, pero después; cuando lo voy escribiendo, surgen cambios, como le ocurre a todo escritor. El año pasado gané la beca para escritores de la Maison des Ecrivains Étrangers, de Francia. Estuve en Saint–Nazaire, una ciudad puerto, ideal para impulsar la imaginación. ¡Me pareció tan corto el tiempo! Ahí escribí y a mi regreso preparé un libro con cuentos escritos en Saint–Nazaire y en Buenos Aires. y cuyo título prefiero no decir aún. Es una cábala.

 

Presentación del libro Encuentros con Silvina Ocampo de Noemí Ulla
Buenos Aires, Tiempo Argentino, Cultura, 26 de diciembre de 1982.

La presentación del libro Encuentros con Silvina Ocampo de Noemí Ulla, en la Universidad de Belgrano fue una oportunidad casi inmejorable de apreciar hasta que punto el talento de Jorge Luis Borges es capaz de dar brillo a todo lo que lo rodea. Por supuesto, Silvina Ocampo no asistió al acto y Borges la disculpó: “Si hubiera venido, habría sido infiel a sí misma”. En cambio, estuvo representada por su marido Adolfo Bioy Casares. Fue la primera vez que Borges y Bioy tuvieron un diálogo en público. Bioy, sentado en la platea, y Borges en el escenario. Mientras Borges hablaba de las virtudes de la muerte y de la aventura que entrañaba el en cuentro con lo desconocido, Bioy se inclinaba por esa vieja costumbre de vivir: “Soy un prisionero de mis hábitos. Estoy habituado a la vida y me disgustaría morir por el cambio que significa. Es un trastorno”. Noemí Ulla y Borges se refirieron a la timidez de Silvina Ocampo y a la de ellos mismos. Borges confesó: “Ante el público me siento aterrorizado. Tengo el hábito del pánico”. Hacia el final del diálogo entre Noemí Ulla y Borges, éste propuso que el público les hiciera preguntas. Fue entonces que se oyó la voz de una jovencita absoluta mente divina, cuya belleza y frescura perturbó a hombres, mujeres, paredes y butacas. Estaba sentada al lado del esotérico crítico Luis Thonis. Primero le preguntó a Borges si él no creía que “el tiempo estaba en todo... en las cosas...” Borges le respondió que podía imaginarse que el espacio no existiera, pero jamás podía concebir un mundo sin tiempo.
Después la adorable nínfula le dijo con voz conmovida: “Borges yo tenía tantas ganas de conocerlo...”, y él, protegido por su ceguera de tanta belleza y de tanta evidente juventud, continuó: “Ahora me conoce. Me llamo Jorge Luis Borges, un nombre desdichado porque se repite en él ese sonido tan áspero de ‘org' en Jorge y en Borges. La gente piadosamente me dice a veces ‘José Luis Borges'. Suena mejor”. La nínfula entonces se dio a conocer. “Yo me llamo Marta Olivieri. Escribo”. Borges: “Yo también escribo, desde hace muchos años”. Y la Brooke Shields de la literatura, como la identificó el poeta Arturo Carrera, agregó: “Yo escribo desde hace menos tiempo, pero lo que cuenta en estos casos es la intensidad”. A esa altura del diálogo, el crítico Luis Thonis, bañado en sudor, cubierto de injusto bochorno, no paraba de tirarse de los pelos y de pellizcarse nerviosamente.
No satisfecha con ese diálogo, Brooke Shields se abalanzó sobre el escenario para saludar a Borges y le espetó todo un poema de su cosecha: “Me di el gusto de que me lo escuchara entero”, le comunicó a Thonis, ya agonizante.

 

Diario La Capital, Rosario, domingo 4 de julio de 2004
Suplemento literario Señales. Nota de Osvaldo Aguirre

Una narradora en el juego mayor de la literatura
La autora de “El ramito” presentó un nuevo libro de cuentos, su género predilecto.

Noemí Ulla apuesta por el cuento. “Creo que es el género literario más difícil. Es donde se da el juego mayor y donde he­mos tenido a los grandes escritores, aquellos a los que uno vuelve”, dice. Y a modo de ejemplo de esa práctica acaba de presentar en Rosario Juego de prendas y los dos corales, un volumen de relatos editado por Simurg.
Ulla estuvo en Rosario con otro motivo: participar en la presentación de Poesía completa, la recopilación de la obra de Aldo Oliva que apareció con el sello de la Editorial Municipal. La ocasión se prestó para recordar su residen­cia en la ciudad, donde vivió hasta 1969, cuan­do se radicó en Buenos Aires.
Los años en Rosario fueron los de su formación, en dos ámbitos que funcionaban de ma­nera simultánea y a veces contrapuesta: la uni­versidad –estudió Letras en la actual Facultad de Humanidades y Artes– y el circuito de los bares donde se reunían los jóvenes escritores.
“La universidad había dado un cambio muy positivo –dice Ulla–. Teníamos un grupo de profesores excelentes, como Ramón Alcalde, Adolfo Prieto –con quien tuve el gusto y el ho­nor de trabajar en el Instituto de Letras–, Da­vid Viñas y Eduardo Prieto. En la mesa de los ba­res estaba la cátedra paralela, con Aldo Oliva y Daniel Wagner a la cabeza. Éramos muchos los que escribíamos: estaban Atilio Pentimalli, Ru­bén Sevlever, Rafael Ielpi; Carlos Saltzmann. De Santa Fe venían Hugo Gola y Juan José Saer”.
El Ehret, evocado en un poema de Aldo Oli­va, “era el restaurante donde nos reuníamos has­ta altas horas de la noche, para leer y discutir”. La revista Pausa derivó de esas reuniones: el primer número ofreció un pliego dé poemas de Ulla con ilustraciones de Oscar Herrero Miranda.
De aquella época “quedaron muchísimas co­sas que luego se transformaron en otras. Aquella fue una base muy importante, a la que uno siempre vuelve. Por lo pronto, mis convicciones con respecto a la literatura, permanecen”.
Parte de esa historia retorna en “Días de la calle Limay”, uno de los cuentos del último li­bro. El amanecer sorprende a los protagonistas –dos hombres y una mujer, la narradora– cer­ca del Monumento a la Bandera. “Y así inicia­mos una larga y socorrida discusión a la que nunca podíamos poner fin –dice la protago­nista–. ¿Cuál era el arte de mayor valor? ¿Tenía una función el arte, alguna función? ¿Debía la política someter al arte? En la madrugada, co­mo dados, corrían nombres de escritores, de al­gún músico, de pintores, que habían hecho del arte un compromiso fuerte”.
Diálogos reveladores
Ulla hizo una encuesta entre sus lectores a propósito de Juego de prendas y los dos corales, para saber qué cuento les había gustado más. “Hubo muchas disidencias. Sólo dos coin­cidieron en elegir ‘De ámbar’, dice, y expli­ca que “me importa saber qué dicen los lecto­res: uno escribe para uno mismo pero también para ser leído, por eso publica,”.
En el plano de la escritura, “lo que me inte­resa mucho es el diálogo entre los personajes, porque es un intercambio en la comunicación, pero la comunicación profunda, a través del in­terior de cada uno”.
“Tarde de ensayo”, otro de los cuentos del nuevo libro, demuestra ese valor de los diálo­gos. Dos amigos separados por el tiempo y la distancia geográfica se reencuentran y en la con­versación recuperan momentos del pasado que se suman al presente, “si es que el recuerdo com­pone también musicalmente, como cada uno de ellos a su modo, iba componiendo distintas vibraciones”.
Los personajes de sus relatos “tienen que ver con las cosas que uno ha vivido y que uno pue­de imaginar, pero no son para nada reales. Un editor estaba fascinado porque encontró un cuento realista y pensó que tenía que ver con mi vida; embromando un poco le dije “no, lo que pasó es que yo llego al realismo que vos pensás a través de la imaginación. Entonces quedó pa­tidifuso”.
Noemí Ulla ha publicado los volúmenes de cuentos Ciudades, El cerco del deseo y El ramito y otros cuentos, las novelas Los que esperan el alba y Urdimbre y los ensayos Tango, rebelión y nostalgia, Identidad rioplatense: la escri­tura coloquial y La insurrección literaria .
Además publicó un libro de conversacio­nes sobre literatura, Encuentros con Silvina Ocampo, y pre­paró la edición de Poesía inédita y disper­sa, de la misma escritora. “Antes de hacer las entrevistas no nos conocíamos mucho con Silvina –dice–. Ella era bastante distante para acercarse a la gente y tener un diá­logo. Pero como había leído cuentos míos y los apreciaba, aceptó. A partir del libro se creó una amistad muy firme entre las dos, que des­pués, a la muerte de Silvina, continué con Bioy Casares”.
Los cuentos de Ulla requieren lectores aten­tos. “Para entrar en ese prodigio que la escritu­ra ha sabido urdir –escribió Tununa Mercado sobre “El ramito”– hay que dejarse atrapar por ese modo de imaginar que confía a la palabra el diálogo con las cosas y los seres, revelando lo re­cóndito, lo maravilloso de los objetos-seres”.

 

Giudizi critici

“En el tuyo [en referencia al texto de la novela Urdimbre] encontré el rigor y las imágenes que venimos tratando de compartir entre unos pocos desde hace tantos años. La limpieza de tu prosa, utilizada para hablar de cosas que son, en definitiva, casi indecibles, crea una tensión que no decae del principio al fin”.
Juan José Saer
, Carta desde París, fechada el 29 de marzo de 1982

“Los veintinueve relatos de Ciudades ostentan una calidad inusual dentro de la narrativa argentina de estos últimos años, historias sostenidas por un lenguaje que bordea permanentemente esa línea de fuga que caracteriza a la mejor poesía y un tono reflexivo que no cede en ningún momento al gesto imperial de las conclusiones categóricas. Por si no bastara esto para señalar que se está ante un texto de primera calidad hay que añadir que los relatos de Ciudades conservan, más allá de su modernidad – una palabra bastante temible – dos rasgos clásicos de la narrativa: la trama de una historia y una galería de personajes perfectamente identificables y sutilmente trabajados.
Norberto Soares, “Eluard decía que hay otros mundos, pero están aquí”. Buenos Aires, Tiempo Argentino, 12 de febrero de 1984

“A lo largo de veintinueve narraciones impecables, la autora construye en Ciudades un solo discurso enhebrado con sus temas más entrañables: la fugacidad del tiempo, la incurable soledad, el peso del silencio. A todo eso apela constantemente Noemí Ulla, en un estilo que busca la llaneza de lo coloquial o esa inusual tersura del lenguaje que parece escrito desde siempre y por nadie. Esa falta de énfasis, esa poesía no impostada que recorre sus páginas, convierten la lectura de este libro en una celebración poco frecuente.
Jorge Carnevale, “Noemí Ulla o el peso del silencio”. Buenos Aires, Clarín, 8 de marzo de 1984

“Noemí Ulla es una de las más importantes narradoras argentinas. Ha bastado la publicación de Ciudades para que la crítica especializada y los lectores en general hayan visto en esta escritora una artista dueña de un mundo personal y refinado.
Juan José Hernández, Buenos Aires, 1984

“Sus narraciones, nos dan una visión del mundo que las sociedades nos habían negado o dificultado hasta el presente: la visión de la mujer. Como crítica literaria, su constante esfuerzo de objetivación de temas aparentemente dispares, sirve a una toma de conciencia de la literatura argentina que sólo un grupo relativamente reciente de críticos literarios, al que pertenece la autora, ha logrado sostener en nuestro medio cultural. En este grupo de críticos literarios descuellan las mujeres, como la misma Noemí Ulla, Beatriz Sarlo, Josefina Ludmer y otras.
César Fernández Moreno, París, 1985

“He leído Ciudades de un tirón. Me ha encantado. Me ha devuelto la gana de reír y de amar y me ha hecho sentir mujer y amiga tuya. Me encanta tu desparpajo, admiro tu elaboración del lenguaje, tus ritmos, tus imágenes. Me fascina ese 'Eros' que salta y resalta, lo no – definido por nuestra generación, y que de algún modo no es ya María Luisa Bombal. Me encantaron tus cuentos 'Descubrimientos' y 'Transformaciones', también 'Una lección de amor', 'El simún', 'Como si fuera el sol', y esos cuentos de niña enamorada del padre, los idilios secretos familiares entre tía y primo, algo deliciosamente morboso y sensual.
Helena Araújo, Lausanne, Suiza, 29 de julio 1986

Ese último instante de la duda – advirtió para sí – del que entro y salgo, es la piel, es la carne, es el hueso de mi días. (Ciudades, p. 93) Y también la carne, la piel, el hueso, de estas narraciones donde una voz impecable que es muchas voces, absolutamente afirmada en su decir, se abre a la inseguridad misteriosa de la vida contemplada siempre como una perplejidad, un deslumbramiento, un gozo que se encarna en las palabras sin reducirse a ellas, y que no tiene otra ratio sino la propia experiencia d el asombro, el dolor, la maravilla.
María Rosa Lojo, Alba de América Nros . 8 y 9, julio de 1987.

“La virtud de Noemí Ulla está en la fluidez de su imaginación. La locuacidad para interpretar los sentimientos más sinuosos y arbitrarios revelan a una gran escritora. El lenguaje de sus narraciones reúne precisión y libertad. Tras la aparente sencillez coloquial se descubre la escritura sólida y audaz de la poesía.
Silvina Ocampo, Buenos Aires, 1987

“El lenguaje ceñido a los conflictos y situaciones del relato es uno de los rasgos donde se reconoce a esta escritora dueña de una retórica y estilo propios. Una cadencia particular acompaña la voz íntima y secreta de algunas de estas criaturas ya violentas, ya serenas y extrañas, de las que nunca están ausentes el desenfado, el humor o la sutil ironía.
Adolfo Bioy Casares, del Prólogo a la edición francesa de Ciudades, 1994

“Sus novelas, especialmente sus relatos, entre los que cabe destacar los de sus tres libros más recientes, Ciudades, El ramito y El cerco del deseo, constituyen un tipo de literatura de mujer, no literatura feminista, en el que el talante poético delata la inmediatez con que se acerca a los matices de la realidad, y que es manera propia de los grandes poetas. Es la inmediatez en el contacto con la palabra igualmente, que convierte a lo narrado en poesía y de la que cabe citar como ejemplo a la poetisa Gertrud Kolmar.
Rafael Gutiérrez Girardot, Bonn, Alemania, 1994

“Todos los relatos que integran el volumen tienen el común denominador: el patetismo, los extravíos y las lealtades y traiciones de nuestros días. Noemí Ulla, con un perfecto lenguaje narrativo, atrapa por el nada fácil sendero de la autenticidad, de esa autenticidad que necesita de la reflexión del lector para combinar la inteligente propuesta de la escritora santafesina con la complicidad de quien recorre estas simples y a la vez mágicas páginas.
Adolfo C . Martínez, Buenos Aires, La Nación, 27 de noviembre de 1994

“La literatura de imaginación tiene en los relatos de El cerco del deseo una acción fecundadora; la literatura creadora a su vez de literatura como en 'La mesa', 'Zunderland', 'Anáforas' o el ya mencionado 'Amanecer con vida', un cuento admirable de estructura más tradicional en el que se entremezclan sentimientos contradictorios, ternura, odio, conmiseración, egoísmo, en medio de una tensión erótica sólo interrumpida por el agotamiento físico que trae aparejado la violencia.
Eduardo Paz Leston, Buenos Aires, Letras de Buenos Aires N° 35, 16 de noviembre de 1996

“Noemí Ulla, autora de novelas, (Los que esperan el alba, Urdimbre), los relatos de Ciudades, El cerco del deseo, y profusa obra ensayística, vuelve a lo que Walter Benjamin llamó un recuerdo de infancia. Toda gran obra, pensó, se sostiene sobre esto. La literatura, por gracia de sus inversiones temporales – que abundan en este libro – puede tomar la memoria como una foto en negativo. En El ramito y otros cuentos recordar nombres, hacer su aprendizaje, saborearlos o padecerlos, es orar y festejar su advenimiento: un testimonio del amor al idioma de Noemí Ulla. Este libro que merece lectores habla de la aventura de una infancia rosarina. Si la niña que narra en 'El ramito' es como su autora, o la sutil figura que Silvina Ocampo dibuja en la tapa – llamada 'Noemí' – hará florecer el idioma más recóndito en una tierra desconocida, prometida, dejando siempre la estela bien legible de un ramito”.
Luis Thonis
, Buenos Aires, 2001

El ramito es un diminutivo pudoroso para designar el mundo que se abre desde las primeras líneas del relato. Las puertas son infinitas porque son infinitos los recintos que se revelan al registro minucioso de los sentidos. Para entrar en ese prodigio que la escritura ha sabido urdir – Ulla ya nos dejó disfrutar ese saber del texto en Urdimbre – hay que dejarse atrapar por ese modo de imaginar que confía a la palabra el diálogo con las cosas y los seres, revelando lo recóndito, lo maravilloso de los objetos – seres, interlocutores privilegiados de quienes han sido niños y que ya al fantasear escribían sin saberlo.”
Tununa Mercado, Buenos Aires, Clarín, 9 de febrero de 2002

“Fina observadora de lugares y seres cotidianos, cada una de estas historias [Juego de prendas y los dos corales] respira autenticidad. Noemí Ulla las ha desarrollado con estilo al mismo tiempo sobrio y terso, a través de un lenguaje narrativo tan fluido como natural”.
Antonio Requeni, Buenos Aires, La Nación, 2 de mayo de 2004



 
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